Se terminó el mundial para nuestra selección, la frustración se hace sentir, desde mi postura, en cierta medida porque las verdaderas alegrías y tristezas me las da mi pasión por Talleres. No por eso negaré que vivo, siento y sufro los partidos de la selección en el mundial.
Quedarse en cuartos de final me tiene cansado, pero existe un pequeño atenuante, esta vez no está Brasil en el mundial. Si había algo que aumentaba mi amargura cuando Argentina quedaba eliminada en los mundiales es seguir viendo a los brasileros ahí. Y eso que no les tengo el odio enfermizo que muchos les tienen, las cuestiones enfermizas las dejo para el fútbol local.
Y ahí nace, un nuevo descubrimiento, desde una experiencia que me trajo el mundial de Sudádrica. Jugaba Holanda contra Brasil (el clásico rival de nuestra selección) y lejos de ser indiferente me puse a ver ese partido. Me desilusioné al principio cuando parecía que la verde-amarela se comía el partido y lo fui espiando hasta el final, festejando los goles de Holanda y disfrutando la derrota Brazuca. Dejé mi puesto de trabajo para no perderme verlos llorar al final del partido. Esa noche con unos amigos vimos y gozamos la repetición completa del partido por TyC Sports.
Al otro día quedó afuera la Argentina, y en un ataque de reflexión me pareció triste la situación de por haber festejado la derrota de un archirrival que tiene muchos más títulos que nosotros y por esa denigrante situación de estar más pendiente de mi archirrival que del equipo elegido.
Aunque nunca me quedó la menor duda, reconfirmé que no soy hincha verdadero de la selección, simplemente un ferviente seguidor de la misma y algo resentido por la historia, vivo pendiente de las alegrías y tristezas brasileras. Concluí que mis valores como hincha se reflejan en la verdadera y única pasión por el matador y en ésta pequeña y triste experiencia sensitiva, descubrí como viven y sienten los hinchas de Belgrano la “pasión” por su club y el odio por su archirrival. Sentí pena…y muchas ganas de ver a mi Talleres querido